Antonio José
Francisco de Sucre y Alcalá nació el 3 de febrero del 1795 en Cumaná, Venezuela.
Sucre perteneció a una familia patricia con una dedicada tradición militar, su
padre, Vicente Sucre y Urbaneja ocupó el rango de teniente coronel, y este
siempre apoyó en todo momento a la causa libertadora e intervino en la
independencia de la Actual Venezuela junto a su esposa y madre de Sucre, María
Manuela Alcalá. Lastimosamente sucre perdió a sus padres a la corta edad de 7
años.
Apenas siendo
un adolescente, fue enviado a la Capital, a cuidado de su padrino Antonio
Patricio de Alcalá. Antes de irse de su ciudad natal, realizó sus estudios
primarios en una escuela fundada por su tía, después de eso, al llegar a Caracas,
se incorporó e inicio sus estudios en la Escuela de Ingenieros de José Mires. A
la poca edad de catorce años ingresó junto a su hermano a la compañía de Húsares
Nobles de Fernando VII como cadete, su sede se encontraba en Cumaná, la ciudad
natal de Sucre.
Un año
después, la Junta de Gobierno de Cumaná le otorgó el rango y empleo de
subteniente de milicias regladas de infantería. En el año de 1811 lo
trasladaron a la Isla Margarita, donde desempeñó el rango de comandante de
ingenieros. El siguiente año se encuentra en Barcelona, Venezuela donde era
comandante de artillería, en dicha ciudad junto a otros notables ciudadanos
firmó el acta de junta de guerra para resolver la seguridad de la República, esto
gracias a la ofensiva de Domingo de Monteverde y la ocupación de Cúpira a manos
de un grupo de partidarios de Fernando VII.
En 1813 siguiendo
las órdenes del General Santiago Mariño integró el grupo republicanos conocido
como los liberadores de oriente y a raíz de esto participó en las campañas
para la liberación de Venezuela en el oriente. Sirviendo de Edecán para el
general Mariño en 1814 asistió a la reagrupación de fuerzas de oriente con las
de occidente en los Valles de Aragua. Desafortunadamente ese mismo año, sus
hermanos Vicente y Magdalena fueron asesinados por José Tomás Boves “El león
de los Llanos”; su hermano fue fusilado en La Victoria por los realistas.
En 1815 fue
designado como gobernador de la Antigua Guayana y comandante del bajo Orinoco, fue
encargado de organizar un batallón con el mismo nombre.
Así empezaba
su carrera política, la cual ejerció todos los cargos de Administración,
llegando hasta presidente en el Alto Perú (Actual Bolivia) Además que, estos roles
tenían como objetivo secundario ponerle fin a la disidencia en Cumaná «El general Bermúdez
y Vd. van a hacer cosas grandes en Cumaná y quizás algún día serán llamados los
salvadores de su país» (Frase dicha a Sucre).
Después del tratado de
Santa Ana, que buscaba darle fin a la guerra violenta entre republicanos y
realistas, empezó la liberación de Ecuador, Perú y Bolivia. El primer país en
el cuál empezaron las campañas libertadoras fue Ecuador, la cuál culminó con la
Batalla de Pichincha, desatada el 24 de mayo de 1822. Una de las más importantes
victorias, pues con esta se consolidó la emancipación completa de la Gran Colombia.
Deplorablemente, Sucre fue Asesinado en las Montañas de Berruecos, se especula que este fue planeado, pues cualquiera que las rutas que Sucre tomara para salir de la ciudad de San Juan de Pasto, lo esperaban personas con intenciones de matarlo, como lo es Pedro Murgueitio, Hilario López, y Tomás Herrera. Bolivar escribió lo siguiente después que le haya llegado la noticia del lamentable asesinato de Sucre: “...Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío... ¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!... La bala cruel que le hirió el corazón, mató a (La Gran Colombia) y me quitó la vida".
La ultima carta de Sucre
a Bolívar fue:
“Cuando he ido a casa de Ud. para
acompañarlo, ya se había marchado. Acaso es esto un bien, pues me ha evitado el
dolor de la más penosa despedida. No son palabras las que pueden fácilmente
explicar los sentimientos de mi alma respecto a Ud.; Ud. los conoce, pues me
conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha
inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea
la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que Ud. me conservará siempre el aprecio
que me ha dispensado. Sabré en todas circunstancias merecerlo. Adiós, mi
general, reciba Ud. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me
hace verter la ausencia de Ud. Sea Ud. feliz en todas partes y en todas partes
cuente con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo.”
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